Edgar y Aris { 10 images } Created 15 Feb 2021
Edgar y Aris Noguez
Edgar y su hermana Aris son estudiantes de escuela primaria; él tiene once años y ella nueve; él estudia sexto grado, ella cuarto; él quiere ser bombero y ella aún ni se interesa en profesión alguna. Tienen un hermano mayor, José, quien dejó la escuela secundaria en su primer año porque el sistema de enseñanza virtual le resultó demasiado ajeno y difícil, él ahora trabaja con Víctor, su papá, quien se dedica a un trabajo de alto riesgo, la pirotecnia. La hermana pequeña, Virginia, todavía no tiene edad escolar y está mucho tiempo con su mamá, Lizbeth quien, además de ser ama de casa, genera ingresos extra de dinero con trabajos manuales en casa. Edgar y Aris, como casi todos los niños en Latinoamérica, se han mudado de los salones físicos a los virtuales a causa de la pandemia de covid-19. Preparados o no, millones de niños han tenido que prestar atención a clases transmitidas por televisión, a tutoriales de “youtubers”, han tenido, también, que usar aplicaciones de mensajería y educativas para enviar tareas y recibir comentarios de los profesores. Todo lo anterior sucede al menos en teoría, porque en los hechos quienes no tienen un fácil acceso a la tecnología pueden desertar de la escuela, como José. Víctor comenta cómo es difícil proveer lo necesario para la escuela: El año pasado perdió un trabajo que le daba un ingreso estable y suficiente y tuvo que trabajar en el negocio pirotécnico de su papá, cuya producción también se ha reducido pues han disminuido los eventos en los que se requieran fuegos artificiales. Entonces, comprar dispositivos como teléfonos inteligentes o computadoras o suscribir un servicio de interntet en casa resulta imposible ya que otras necesidades como la alimentación o la salud deben cubrirse primero. Por ejemplo, al momento de este reportaje el papá de Víctor se recuperaba de una pulmonía y esto representaba un gasto no esperado. Lizbeth trabaja ya triple jornada: la de los deberes del hogar, la del trabajo que remunera económicamente y la de maestra de sus hijos pues no solo debe supervisar que compartan el teléfono de manera equitativa, al mismo tiempo debe asegurarse que estén aprendiendo los temas asignados. Junto con Edgar y Aris, Lizbeth revisa los mensajes de los maestros varias veces al día, investiga con sus hijos, les explica los temas que que no comprenden, toma fotos de las tareas y las envía a los maestros. Con todo, la familia Noguez es afortundada, como vecinos tienen a unos primos de Víctor, quienes cuentan con más posibilidades económicas y les prestan la contraseña de su servicio de internet, es por eso que Edgar y Aris hacen estudian fuera de sus habitaciones, en la entrada de la casa, para que la señal de internet llegue a su teléfono. Así es como ellos han podido enfrentar esta emergencia sanitaria pero también educativa, con un teléfono para dos hijos que quieren seguir estudiando y el internet que sus vecinos les dan generosamente.
Edgar y su hermana Aris son estudiantes de escuela primaria; él tiene once años y ella nueve; él estudia sexto grado, ella cuarto; él quiere ser bombero y ella aún ni se interesa en profesión alguna. Tienen un hermano mayor, José, quien dejó la escuela secundaria en su primer año porque el sistema de enseñanza virtual le resultó demasiado ajeno y difícil, él ahora trabaja con Víctor, su papá, quien se dedica a un trabajo de alto riesgo, la pirotecnia. La hermana pequeña, Virginia, todavía no tiene edad escolar y está mucho tiempo con su mamá, Lizbeth quien, además de ser ama de casa, genera ingresos extra de dinero con trabajos manuales en casa. Edgar y Aris, como casi todos los niños en Latinoamérica, se han mudado de los salones físicos a los virtuales a causa de la pandemia de covid-19. Preparados o no, millones de niños han tenido que prestar atención a clases transmitidas por televisión, a tutoriales de “youtubers”, han tenido, también, que usar aplicaciones de mensajería y educativas para enviar tareas y recibir comentarios de los profesores. Todo lo anterior sucede al menos en teoría, porque en los hechos quienes no tienen un fácil acceso a la tecnología pueden desertar de la escuela, como José. Víctor comenta cómo es difícil proveer lo necesario para la escuela: El año pasado perdió un trabajo que le daba un ingreso estable y suficiente y tuvo que trabajar en el negocio pirotécnico de su papá, cuya producción también se ha reducido pues han disminuido los eventos en los que se requieran fuegos artificiales. Entonces, comprar dispositivos como teléfonos inteligentes o computadoras o suscribir un servicio de interntet en casa resulta imposible ya que otras necesidades como la alimentación o la salud deben cubrirse primero. Por ejemplo, al momento de este reportaje el papá de Víctor se recuperaba de una pulmonía y esto representaba un gasto no esperado. Lizbeth trabaja ya triple jornada: la de los deberes del hogar, la del trabajo que remunera económicamente y la de maestra de sus hijos pues no solo debe supervisar que compartan el teléfono de manera equitativa, al mismo tiempo debe asegurarse que estén aprendiendo los temas asignados. Junto con Edgar y Aris, Lizbeth revisa los mensajes de los maestros varias veces al día, investiga con sus hijos, les explica los temas que que no comprenden, toma fotos de las tareas y las envía a los maestros. Con todo, la familia Noguez es afortundada, como vecinos tienen a unos primos de Víctor, quienes cuentan con más posibilidades económicas y les prestan la contraseña de su servicio de internet, es por eso que Edgar y Aris hacen estudian fuera de sus habitaciones, en la entrada de la casa, para que la señal de internet llegue a su teléfono. Así es como ellos han podido enfrentar esta emergencia sanitaria pero también educativa, con un teléfono para dos hijos que quieren seguir estudiando y el internet que sus vecinos les dan generosamente.